(Disciplina vs. Motivación)
Suelen presentarse como dos caminos. Siempre se ha tenido en buena estima la disciplina, pero… ¿cuándo se ha utilizado para hacer algo realmente bueno, algo feliz?
Si pienso en mi vida, en los momentos que me llenaron de verdad, no veo disciplina. Veo motivación. Veo esas experiencias que me marcaron: conseguir un proyecto nuevo que creías inalcanzable, sentir el primer amor, compartir momentos con las personas que quieres, construir algo con las manos. La disciplina no estaba ahí; estaba la energía de querer hacerlo, la ilusión, la motivación.
La disciplina, en cambio, es fría, gris, oscura. Es levantarte cada mañana y hacer lo que tienes que hacer… porque sí. Y me pregunto: ¿qué ser humano puede vivir siempre así? ¿Quién lo hace y, sobre todo, quién es feliz de esa manera?
La disciplina es necesaria para mantener algo, sí. Pero si hablamos de crear, de construir una vida que valga la pena recordar, ¿qué queremos que mueva nuestros pasos? ¿La motivación y la ilusión o días interminables de disciplina vacía?
El hambre y el tiempo son los que te dirigen hacia un camino o hacia otro. Cuando eres joven y tienes hambre, es fácil tener motivación. Tu cuerpo te empuja hacia ella de forma orgánica y natural. Pero cuando pasan los años, cuando has vivido y saciado gran parte de esas ganas, cuando tu organismo ya no está diseñado para “comerse el mundo” con la misma energía… ¿qué eliges entonces?
Yo buscaría siempre los caminos que me llevaran a la máxima motivación posible. Vivir una vida sostenida solo por la disciplina es como levantar la piedra de Sísifo un día tras otro: un trabajo estéril.
Tienes que levantarte por las mañanas con ganas. Tienes que amar lo que tienes. Utiliza tu tiempo para comprender qué quieres y qué amas, cuídalo y recorre ese camino. Y, sobre todo, huye de una vida que dependa únicamente de la disciplina.
Siempre dicen que la motivación no es infinita y que, cuando se acaba, hay que recurrir a la disciplina. Yo planteo otra opción: ¿por qué no reflexionar sobre por qué desapareció esa motivación? ¿Por qué no buscar cómo recuperarla? ¿Por qué no probar diferentes caminos hasta recobrarla?
¿Por qué doblegarse tan rápido y aceptar vivir sin motivación, refugiándose solo en la disciplina? Piénsalo: iniciaste ese camino porque estabas motivado. Cuando la motivación se apagó, tiraste de disciplina… ¿pero para qué? ¿Para seguir avanzando esperando que la motivación vuelva por arte de magia?
La motivación fue lo que te hizo arrancar, lo que te hizo empezar el camino. Naciste y querías conocer este mundo. Te sorprendía cada cosa que encontrabas, la amabas, la experimentabas. La disciplina solo ayuda a mantener lo que ya tienes, de una manera cruel. La motivación, en cambio, te lleva a descubrir nuevos caminos.
Si ya no estás motivado, pregúntate por qué. Quizá ese camino se terminó. Quizá ha llegado el momento de empezar otro. La disciplina solo mantendrá el problema. Todo ese esfuerzo que dedicarías a seguir con disciplina un camino muerto, inviértelo en algo positivo.
No tienes que forzarte: prueba, juega como cuando llegaste a este mundo. Vuelve a ver el lado bueno, la belleza, la curiosidad. Tal vez un nuevo camino te esté esperando. Y quizá ese camino te lleve de vuelta al anterior, pero esta vez guiado por la motivación.
Has venido a este mundo y eres un privilegiado. Estarás aquí un tiempo breve. No sabes cuándo te irás. Ama, sé feliz, disfruta. Cada día es un regalo.
Nota:
¨En la mitología griega, Sísifo fue condenado por los dioses a empujar eternamente una piedra enorme hasta la cima de una montaña, solo para verla rodar de nuevo hacia abajo. Cada día volvía a subirla, y así sería por toda la eternidad. Un castigo sin fin, sin propósito y sin esperanza.¨
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